Las celebraciones por el día de la madre se iniciaron en la Grecia antigua, en las festividades en honor a Rhea, la madre de Jupiter, Neptuno y Plutón.
Los orígenes de esta efemérides tiene un reflejo en la Antigüedad, de la mano de un componente simbólico y mitológico que comienza en Egipto, donde se rendía homenaje a la diosa Isis, nombrada como la «Gran diosa madre», «Fuerza fecundadora de la naturaleza» o, entre otros, «Diosa de la maternidad y del nacimiento». En torno a ella la mitología cuenta cómo, tras la muerte de su hermano y marido, despedazado tras su asesinato, encontró todas las partes de su cuerpo y, tras hacerlo, quedó impregnada de él y fecundó a su hijo Horus.
De ahí que se le rindiera homenaje, tal y como se hacía también con el mismo sentido en Roma y Asia Menor con la Diosa Cibeles o en Grecia con la Diosa Rea.
En Europa, el primer antecedente lo encontramos ya en el siglo XVII y con una vertiente más humana y semejante a la actual aunque, en un principio, la fecha señalada, que era el cuarto domingo de Cuaresma, se empleaba para honrar con flores y otras ofrendas la Iglesia en la que cada uno había sido bautizado –la «Iglesia Madre». Más tarde, con la aprobación de un decreto en el año 1600 este día adquirió otro significado.
Fue entonces cuando se permitió a los siervos volver a sus hogares ese día de Cuaresma y que se celebrara de un modo más semejante al actual el Día de la maternidad. Así, las clases trabajadoras tenían ese domingo para reunirse con sus familias y celebrar colectivamente esta fecha.
De ahí que se le rindiera homenaje, tal y como se hacía también con el mismo sentido en Roma y Asia Menor con la Diosa Cibeles o en Grecia con la Diosa Rea.
En Europa, el primer antecedente lo encontramos ya en el siglo XVII y con una vertiente más humana y semejante a la actual aunque, en un principio, la fecha señalada, que era el cuarto domingo de Cuaresma, se empleaba para honrar con flores y otras ofrendas la Iglesia en la que cada uno había sido bautizado –la «Iglesia Madre». Más tarde, con la aprobación de un decreto en el año 1600 este día adquirió otro significado.
Fue entonces cuando se permitió a los siervos volver a sus hogares ese día de Cuaresma y que se celebrara de un modo más semejante al actual el Día de la maternidad. Así, las clases trabajadoras tenían ese domingo para reunirse con sus familias y celebrar colectivamente esta fecha.
El origen del actual Día de la Madre se remonta al siglo XVII, en Inglaterra. En ese tiempo, debido a la pobreza, una forma de trabajar era emplearse en las grandes casas o palacios, donde también se daba techo y comida. Aunque también esta celebración se desarrollaba colectivamente, en bosques y praderas. Aunque algunos colonos ingleses en América conservaron la tradición del británico Domingo de las Madres, en Estados Unidos la primera celebración pública del Día de la Madre se realizó en el otoño de 1872, en Boston, por iniciativa de la escritora Julia Ward Howe (creadora del «Himno a la república»). Organizó una gran manifestación pacífica y una celebración religiosa, invitando a todas las madres de familia que resultaron víctimas de la guerra por ceder a sus hijos para la milicia.
Tras varias fiestas bostonianas organizadas por Ward Howe, ese pacifista Día de la Madre cayó en el olvido. Fue hasta la primavera de 1907, en Grafton, al oeste de Virginia, cuando se reinstauró con nueva fuerza el Día de la Madre en Estados Unidos, siendo Ana Jarvis, ama de casa, quien comenzó una campaña a escala nacional para establecer un día dedicado íntegramente a las madres estadounidenses.
En memoria de una madre
Luego de la muerte de su madre en 1905, Jarvis decidió escribir a maestros, religiosos, políticos, abogados y otras personalidades para que la apoyaran en su proyecto de celebrar el Día de la Madre, en el aniversario de la muerte de su propia progenitora, el segundo domingo de mayo.Tuvo muchas respuestas, y en 1910 esta fecha ya era celebrada en casi todo Estados Unidos.
En 1914, el Presidente Woodrow Wilson firmó la proclamación del Día de la Madre como fiesta nacional, que debía ser celebrada el segundo domingo del mes de mayo.
La primera celebración oficial tuvo lugar un día 10 de mayo, por lo que este día fue adoptado por muchos otros países del mundo como la fecha del «Día de las Madres».
A la madre de Huitzilopochtli
En México, los aztecas ya honraban la maternidad. Honrar la maternidad también fue característica de las culturas que poblaron Mesoamérica antes de la Conquista. Una de ellas, la azteca, rendía culto a la madre de su dios Huitzilopochtli, la diosa Coyolxauhqui o Maztli, que según era representada por la luna.
La mitología cuenta que durante la creación del mundo fue muerta a manos de las estrellas, que celosas, le quitaron la vida para que no diera a luz a su hijo Huitzilopochtli, quien representaba al sol, sin embargo, éste sí pudo nacer, venciendo a las tinieblas.
Los indígenas rendían especial tributo a esta diosa y dedicaron a ella hermosas esculturas en oro y plata, que no sólo revelan profundo sentido artístico sino la importancia tan grande que ellos concedían a la maternidad.
La peregrinación al Tepeyac
El más representativo de estos rituales era el celebrado a mediados de la primavera, en el cerro del Tepeyac, con el fin de honrar a la madre de los dioses, Tonantzin, cuyo nombre significa «nuestra madre venerable».Los festejos a la maternidad entre los aztecas eran de carácter sacro. Peregrinar desde distintos puntos del antiguo México para honrar a Tonatzin, era un acto de comunión cósmica y una ceremonia de reconocimiento a la propia madre.
Tonatzin, como dice la historiadora Bibiana Dueñas, «era “la Madrecita”, y tenía por mayor atributo la vida; ella la daba. De allí su importancia y su fuerza más grande. Era el elemento vital de la sangre y, por lo tanto, también la guerra y la muerte eran sus atributos». En las fiestas se le invocaba como «madre de las divinidades, de los rostros y los corazones humanos». Tonatzin aparecía muchas veces, según cuentan, como una señora vestida elegantemente de blanco; de noche gritaba y pregonaba.
También cuentan que traía una cuna a cuestas, como quien trae a su hijo en ella; iba al mercado y se acomodaba entre las otras mujeres; más tarde desaparecía, abandonando la cuna por ahí. Cuando las otras mujeres advertían la cuna estaba olvidada, se asomaban a ella y encontraban un pedernal, con el cual se hacían sacrificios en su honor.
Fuentes:
ABC de España
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