La creación de jardines en las comunidades va mucha más allá de la siembra de plantas en un espacio, implica el reconocimiento de:
- Una parte del territorio de la comunidad o territorio comunal, como parte del proceso de reconocimiento y apropiación del espacio donde hace vida la comunidad, como cuerpo geohumano autoorganizado en constante relación con el medio.
- La identificación, visibilización y revitalización del conocimiento sobre el ambiente, plantas, animales, tierra, agua, atmósfera, clima, en constante expresión cotidiana. En particular el referido a las plantas significativas, que formen parte de diversas esferas de interacción, con expresiones alimenticias, medicinales, ornamentales, utilitarias, espirituales, ecológicas, entre otras.
- Este conocimiento forma parte del patrimonio tangible e intangible de las comunidades.
- El jardín comunal nace como parte de un proceso afectivo de re-encuentro con esas plantas que significan algo para nosotros y que estarán visibles y disponibles para interactuar con ellas. Ya sea la que utilizamos para hacer un tecito, para adornar la Cruz de Mayo, la que podemos comer en una ensalada o la que colocada detrás de la puerta de la casa nos aleja las energías negativas.
Re-encontrándonos con nuestras plantas
Significa poder identificar por nosotros mismos cuales son esas plantas significativas.
Principalmente con las personas de nuestro entorno familiar o comunitario tomando en cuenta los siguientes pasos:
- Identificar las personas más conocedoras, generalmente son las personas mayores.
- Llevar a cabo un encuentro-conversación en los hogares seleccionados para preguntar por las plantas que se conocen, su nombre, como llegan al hogar (sembradas, compradas, recolectadas o regaladas) para que se usan, como se manejan o procesan.
- En lo posible obtener un registro fotográfico de la planta con un sencillo código que las agrupe, por hogar visitado.
- Se elabora una lista de las plantas significativas de la comunidad, agrupadas según su tipo de uso (alimenticias, medicinales, utilitarias, espirituales, entre otros).
- Para esta parte se requiere de una capacitación para la formación de facilitadores que actúen como recolectores de esos datos, con la ayuda de un sencillo instrumento destinado para tal fin.
Identificando el mejor espacio para esas plantas.
En el transcurso de este camino de revitalización de nuestros saberes iremos localizando el o los espacios en donde podamos crear el jardín comunal. Un espacio representativo del territorio comunal que todos sintamos como parte de nosotros.
Luego sigue el acondicionamiento de ellos:
1. Elegir un espacio despejado para que entre la luz y en la medida de lo posible con algún árbol que brinde sombra en una parte del jardín.
2. Limpiarlo de desechos de todo tipo.
3. Aplanarlo en la medida de lo posible.
4. Enriquecer la tierra, removiéndola para oxigenarla y aplicando tierra abonada. Opcionalmente se prevé la construcción y utilización del composteros caseros que con la utilización de los sobrantes orgánicos de nuestras casas obtendremos abono para el jardín comunal.
5. Para la siembra, lo ideal es un esquema de participación colectiva basada en los saberes sobre las plantas de las personas más allegadas a estas prácticas. Lo más probable es que las personas que aportaron la información sobre las plantas sean las mismas que participen en su siembra y mantenimiento.
6. Esta fase debería estar a cargo de un equipo que coordine la estructura del jardín en base a las plantas según la luz y humedad que requieran.
7. Este mismo equipo participa en el mantenimiento del jardín, el cual, en el marco de la agricultura urbana ecológica no requiere mayores cuidados ni recursos.
Wilmer Carmona Pinto
Museo de Ciencias
Siembra participativa en los jardines del Museo.
Llenando el compostero.
En torno a la pira.
Estudiantes de la UBV llenando el compostero.
Compostero en el Museo de Ciencias.
**********
Francois, Hubert. Historia de los ecomuseos. En: Rivière, H.G.1993. La Museología. Curso de Museología. Textos y testimonios. Ed. Akal, Madrid, pp. 195-205
El nacimiento de los ecomuseos está ligado a una serie de transformaciones de la sociedad francesa de los años 60. Nueva política de ordenación del territorio y nuevas preocupaciones sociales y ambientales.
En sintonía con la efervescencia de la época del mayo francés (1968) se constituyen en torno a la etnología regional y a la ecología.
El término ecomuseo nace de la necesidad de nombrar a aquellas instituciones que tratan de ilustrar la relación entre el hombre y el medio
Ecomuseos de primera generación: parques naturales regionales
Ecomuseos de segunda generación: toma en cuenta las aspiraciones comunitarias y autogestionarias (Creusot.
Ecomuseos de tercera generación: tiende a tomar mucha más en cuenta la idea del medio ambiente social, preconizando más una filosofía de la participación, que la del medio ambiente natural. El ecomuseo de hoy no sólo es y a veces no lo es, un museo al aire libre.
Se imponen dos temas, hacia los cuales deben tender los montajes museales: el tiempo y el espacio, en torno a un territorio dado, y las relaciones del hombre y de la naturaleza.
El ecomuseo se convierte en conservatorio genético y se interesa por lo bienes fungibles.
La definición de ecomuseo que toma en cuenta tanto al medio ambiente natural como al social, se inspira en gran medida en la idea de museo integral, que había sido concebido en Santiago de Chile, con ocasión de una mesa redonda organizada por el ICOM en 1972, al ponerse en evidencia la nueva noción del museo que “posee en si mismo los elementos que le permiten participar en la formación de la concientización de las comunidades a las que está unido”.
- Una parte del territorio de la comunidad o territorio comunal, como parte del proceso de reconocimiento y apropiación del espacio donde hace vida la comunidad, como cuerpo geohumano autoorganizado en constante relación con el medio.
- La identificación, visibilización y revitalización del conocimiento sobre el ambiente, plantas, animales, tierra, agua, atmósfera, clima, en constante expresión cotidiana. En particular el referido a las plantas significativas, que formen parte de diversas esferas de interacción, con expresiones alimenticias, medicinales, ornamentales, utilitarias, espirituales, ecológicas, entre otras.
- Este conocimiento forma parte del patrimonio tangible e intangible de las comunidades.
- El jardín comunal nace como parte de un proceso afectivo de re-encuentro con esas plantas que significan algo para nosotros y que estarán visibles y disponibles para interactuar con ellas. Ya sea la que utilizamos para hacer un tecito, para adornar la Cruz de Mayo, la que podemos comer en una ensalada o la que colocada detrás de la puerta de la casa nos aleja las energías negativas.
Re-encontrándonos con nuestras plantas
Significa poder identificar por nosotros mismos cuales son esas plantas significativas.
Principalmente con las personas de nuestro entorno familiar o comunitario tomando en cuenta los siguientes pasos:
- Identificar las personas más conocedoras, generalmente son las personas mayores.
- Llevar a cabo un encuentro-conversación en los hogares seleccionados para preguntar por las plantas que se conocen, su nombre, como llegan al hogar (sembradas, compradas, recolectadas o regaladas) para que se usan, como se manejan o procesan.
- En lo posible obtener un registro fotográfico de la planta con un sencillo código que las agrupe, por hogar visitado.
- Se elabora una lista de las plantas significativas de la comunidad, agrupadas según su tipo de uso (alimenticias, medicinales, utilitarias, espirituales, entre otros).
- Para esta parte se requiere de una capacitación para la formación de facilitadores que actúen como recolectores de esos datos, con la ayuda de un sencillo instrumento destinado para tal fin.
Identificando el mejor espacio para esas plantas.
En el transcurso de este camino de revitalización de nuestros saberes iremos localizando el o los espacios en donde podamos crear el jardín comunal. Un espacio representativo del territorio comunal que todos sintamos como parte de nosotros.
Luego sigue el acondicionamiento de ellos:
1. Elegir un espacio despejado para que entre la luz y en la medida de lo posible con algún árbol que brinde sombra en una parte del jardín.
2. Limpiarlo de desechos de todo tipo.
3. Aplanarlo en la medida de lo posible.
4. Enriquecer la tierra, removiéndola para oxigenarla y aplicando tierra abonada. Opcionalmente se prevé la construcción y utilización del composteros caseros que con la utilización de los sobrantes orgánicos de nuestras casas obtendremos abono para el jardín comunal.
5. Para la siembra, lo ideal es un esquema de participación colectiva basada en los saberes sobre las plantas de las personas más allegadas a estas prácticas. Lo más probable es que las personas que aportaron la información sobre las plantas sean las mismas que participen en su siembra y mantenimiento.
6. Esta fase debería estar a cargo de un equipo que coordine la estructura del jardín en base a las plantas según la luz y humedad que requieran.
7. Este mismo equipo participa en el mantenimiento del jardín, el cual, en el marco de la agricultura urbana ecológica no requiere mayores cuidados ni recursos.
Wilmer Carmona Pinto
Museo de Ciencias
Siembra participativa en los jardines del Museo.
Llenando el compostero.
En torno a la pira.
Estudiantes de la UBV llenando el compostero.
Compostero en el Museo de Ciencias.
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Francois, Hubert. Historia de los ecomuseos. En: Rivière, H.G.1993. La Museología. Curso de Museología. Textos y testimonios. Ed. Akal, Madrid, pp. 195-205
El nacimiento de los ecomuseos está ligado a una serie de transformaciones de la sociedad francesa de los años 60. Nueva política de ordenación del territorio y nuevas preocupaciones sociales y ambientales.
En sintonía con la efervescencia de la época del mayo francés (1968) se constituyen en torno a la etnología regional y a la ecología.
El término ecomuseo nace de la necesidad de nombrar a aquellas instituciones que tratan de ilustrar la relación entre el hombre y el medio
Ecomuseos de primera generación: parques naturales regionales
Ecomuseos de segunda generación: toma en cuenta las aspiraciones comunitarias y autogestionarias (Creusot.
Ecomuseos de tercera generación: tiende a tomar mucha más en cuenta la idea del medio ambiente social, preconizando más una filosofía de la participación, que la del medio ambiente natural. El ecomuseo de hoy no sólo es y a veces no lo es, un museo al aire libre.
Se imponen dos temas, hacia los cuales deben tender los montajes museales: el tiempo y el espacio, en torno a un territorio dado, y las relaciones del hombre y de la naturaleza.
El ecomuseo se convierte en conservatorio genético y se interesa por lo bienes fungibles.
La definición de ecomuseo que toma en cuenta tanto al medio ambiente natural como al social, se inspira en gran medida en la idea de museo integral, que había sido concebido en Santiago de Chile, con ocasión de una mesa redonda organizada por el ICOM en 1972, al ponerse en evidencia la nueva noción del museo que “posee en si mismo los elementos que le permiten participar en la formación de la concientización de las comunidades a las que está unido”.
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