¡Gloria al Genio! A la faz de la tierra
de su idea corramos en pos,
que en su brazo hay ardores de guerra
y en su frente vislumbres de Dios.
¡Epopeya! No pinta la estrofa
del gran héroe la espléndida talla,
que en su airoso corcel de batalla
es su escudo, firmeza y verdad.
Y subiendo la cima del Ande,
asomado al fulgor infinito,
coronado de luz, lanzó un grito
que resuena doquier: ¡Libertad!
Rubén Darío
(Metapa, Matagalpa, Nicaragua, 1867-1916)
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EL DÍA QUE BOLÍVAR JUGÓ CARNAVAL
1
Regresar a la cuna es reencontrarse. En su última visita a Caracas, Bolívar vuelve a ser integrador. El 3 de septiembre de 1826 salta sobre su montura en Lima y cabalga millar y medio de leguas juntando tropas. No es visita de cortesía. Los caudillos locales conspiran para desmembrar la Gran Colombia en lo que el Libertador llamó «republiquitas». Es el bolivarianismo sin Bolívar. Éste cabalga a fiebrado por Pamplona y llega a Maracaibo. El 16 de diciembre escribe al general Mariano Montilla, intendente de Cartagena: «Venezuela arde en guerra civil (...). Los partidos y las partidas se baten por todas partes. Yo parto pasado mañana con las tropas que he sacado de aquí para irme a poner entre Páez y Briceño, que manda en Puerto Cabello». De seguidas pide el envío al puerto del batallón Callao, «porque no tomará partido sino por quien lo mande»
2
Bolívar vuelve a ser unificador. Ante su prestigio y el renombre de sus milicias calla la algarada. Apenas Páez, cabeza del proyecto secesionita, se atreve a dirigírsele sin reconocer su investidura. El 23 de diciembre Bolívar lo fulmina, en carta desde Coro: «La proclama de Ud. dice que vengo como un ciudadano: ¿qué podré yo hacer como un ciudadano?¿Cómo podré yo apartarme de los deberes de magistrado? ¿Quién ha disuelto a Colombia con respecto a mí y con respeto a las leyes? (...). No es posible, general, que Ud. me quiera ver humillado por causa de una banda de tránsfugas que nunca hemos visto en los combates». Buenas son razones, si se apoyan en batallones.El 3 de enero recibe en Puerto Cabello el decreto de Páez que reconoce su autoridad, anula la convocatoria de un congreso separatista y admite la de una convención grancolombiana «que
se ocupe de las reformas reclamadas por los pueblos para decidir de la suerte de la República».
Tomado de: http://www.portalalba.org/biblioteca/BRITTO%20GARCIA%20LUIS.%20Socialismo%20del%20Tercer%20Milenio.pdf
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