En el proceso de formación desarrollado por la UTIEB-San Agustín, consideramos importante y conveniente la lectura sobre temas que apoyan y ayudan a comprender nuestros procesos históricos. Razón por la cual recomendamos a los docentes la siguiente lectura:
La insurrección de José Leonardo Chirino (1795)
La insurrección de José Leonardo Chirino (1795)
Gladys Ortega Dávila
El
movimiento insurreccional del zambo José Leonardo Chirinos en Curimagua, pueblo
de la serranía de Coro, constituye una de las primeras manifestaciones
importantes de la crisis en la sociedad colonial venezolana del siglo XVIII. En
la región de Coro no existía un clima de de violencia social superior al de
otras partes de Venezuela, al contrario podría decirse que el régimen de
explotación que sufrían los esclavos del área, era bastante benévolo comparado
con las plantaciones del centro de Venezuela. No obstante será la Sierra de
Coro el escenario de la rebelión.
En la
jurisdicción de Coro habitaban 3.261 esclavos negros, de ellos 960 en la ciudad
propiamente dicha[1].
Existía además una comunidad de once mil negros libres y pardos; muchos de
estos negros libres formaban un grupo aparte, con barrios propios; éstos eran
los llamados negros “loango”, la mayoría fugitivos de Curazao. Asimismo, junto
a los grupos indicados anteriormente, formaban parte del cuerpo social los
indios*, divididos en los en dos
grupos: los libres o exentos de tributos (descendientes de los caquetíos) y los
tributarios o “demorados” (descendientes de los Jiraharas y Ayaguas). Para
completar el cuadro social, agregaremos que el grupo blanco –dentro de él los
propietarios de tierras, esclavos y dinero– representaba la minoría
étnico-social, aproximadamente diez por ciento del conjunto en total.
Como
bien los señala Marianela Ponce, a diferencia de la población aborigen para la
cal fue menester crear un nuevo derecho, la esclavitud ya tenía un estatuto
legal en Europa antes de crecer en Hispanoamérica[2].
Bajo las directrices del derecho castellano y los preceptos establecidos en la
legislación de Indias, funcionó en Hispanoamérica la legislación para la
esclavitud. Estas normas se hallan recogidas en la Nueva Recopilación de las Leyes de Castilla, publicada en 1567 bajo
el reinado de Felipe II y en el Código
de las Siete Partidas, elaborado por Alfonso X El Sabio entre los años 1250
y 1263[3].
Estas leyes (que, a su vez, toman lo sustancial del derecho romano), son las
que se aplican en Hispanoamérica hasta el fin del dominio español a comienzo
del siglo XIX. A medida que se fue aumentando el número de esclavos, la
realidad local impuso las características peculiares de cada esclavitud, con
diferentes matices.
Es por
ello que, además de estos ordenamientos, existían gran cantidad de
disposiciones reales para la esclavitud, representadas en Reales Cédulas, Reales
Ordenes, Reales Provisiones, Pragmáticas, etc., dirigidas a resolver problemas
concretos del esclavo hispanoamericano. De éstas, la última disposición real
sobre la esclavitud que llega a América antes del amotinamiento de José
Leonardo Chirino y que pareciera haber creado gran expectativa entre los
esclavos, fue la Real Cédula del 31 de mayo de 1789[4].
Orígenes de la Insurrección
Distintas
causas –de diferentes órdenes– dieron origen a este movimiento. La variable
condición social en que se encontraban los negros y los aborígenes, representa
un motivo de importancia, pues todos los negros aspiraban a ser libres y todos
los indígenas a ser exentos. Así estaban las situaciones cuando llegó la
noticia, en la cual el Rey de España había acordado la libertad de los
esclavos. La cédula que esto ordenaba había llegado a Venezuela, pero las
autoridades reales y especialmente el Cabildo de Caracas se oponían a darle
cumplimiento, por ser atentatoria a los derechos de los propietarios. Para 1790
ésta era una verdad, aceptada por los negros de la serranía, pues un hechicero llamado
Cocofió se había encargado de propagarla por todas las haciendas. Se decía
incluso que José Caridad González, un negro que tuvo la oportunidad de ir a la
Península y logró conseguir con el Monarca títulos de propiedad para los negros
loangos de las tierras de Macuquita, había visto en España la referida cédula.
Dentro de este esquema, el Rey aparecía como un “Santo” dispensador de
bondades, y la autoridad y los amos, como unos seres despreciables. Así se fue
encendiendo el rencor, sembrándose el germen de la rebeldía.
Esta vez
tenían cierta razón los negros por sus sospechas. Se trataba en verdad del
llamado Código Negro, el que, si bien no tenía el alcance que le daban los
esclavos, pues en lo absoluto se refería a la concesión de la libertad, se
establecía un régimen de mayor consideración para ellos.
Para el
tiempo en que se propagaban los rumores, llegó a Coro como recaudador de los
Derechos Reales, Juan Manuel Iturbe, quien puso todo su empeño en cobrar
formalmente las contribuciones. Los aborígenes demorados debían pagar sus
tributos –según el recaudador Iturbe– en dinero efectivo; el derecho de
alcabala debía extenderse a todas las transacciones, por pequeñas que ellas
fueran. A las mujeres –afirma Arcaya[5]–
les embargaban en garantía de los impuestos sus rosarios, zarcillos y hasta
pañuelos con que cubrían la cabeza.
Estos hechos perjudicaban principalmente a los esclavos y labradores
libres de la Sierra, los cuales no disimulaban su descontento.
Otra
causa fue el inicio de la Revolución Francesa, de la cual llegaban noticias. A
Coro llegaban a través de La Guaira y Curazao. Durante el transcurso de la
guerra franco-española aparecerían con frecuencia los corsarios franceses en
las cercanías del puerto de La Vela. Los terratenientes corianos, quienes
vivían gran parte del año en sus haciendas, comentaban los sucesos de dicha
Revolución.
Uno de
ellos, Don José Tellería, tenía como huésped en su hacienda de Curimagua al
mejicano José Nicolás Martínez, que había llegado a Coro en 1794. Este Martínez
era un hombre ilustrado, como también Tellería, y en sus tertulias, entre otras
cosas, hablaban de los acontecimientos de Francia, del derrumbamiento del
antiguo orden social, de la proclamación de la República y la igualdad para
todos, del ajusticiamiento del Rey y de la guerra con España; además preveían
que el triunfo de los franceses podría traer como consecuencia un desembarco de
los corsarios de esta nacionalidad para apoderarse de Coro.
Estas
conversaciones las escuchaban los criados y los esclavos quienes las comentaban
entre los suyos. Todas estas cosas llegaban a conocimiento de un negro libre de
nombre José Leonardo Chirino, quien además las escuchaba directamente pues vivía
en la casa de Don José de Tellería, señor a quien servía. Él era hijo de un
esclavo de Don Cristóbal Chirino –de donde venía su apellido– y de una india
libre – caquetía– llamada Cándida Rosa.
José
Leonardo Chirino había acompañado a Don José Tellería en sus viajes de negocios
a Curazao y Haití, donde había observado cómo vivían los negros de esta última
isla, los cuales se habían sublevado, para hacer valer sus derechos y abolir la
esclavitud. ¿Por qué no hacer lo mismo con los negros de la Sierra? Los Viajes,
las conversaciones y la inteligencia de este zambo le permitieron cultivarse y
adquirir cierto prestigio entre los trabajadores de la Sierra coriana, pues
además, era un negro que había vivido experiencias distintas y enriquecedoras,
que el resto de sus iguales. La agitación en que se encontraban los esclavos en
esos momentos hacía la ocasión propicia.
Los acontecimientos
A
finales de marzo de 1795, José Leonardo
Chirino empezó a tramar la conspiración con otros dos negros llamados Cristóbal
Acosta y Juan Bernardo Chiquito. En el mes de abril, de regreso de un viaje a
Coro, informó a sus compañeros que se había puesto de acuerdo con José Caridad
González[6],
quien acababa de llegar de Caracas, y le había ofrecido su apoyo, el de sus
amigos, extranjeros que andaban por la costa y de los negros loangos que él
comandaba. Según informaba Chirino, el plan de José Caridad era tomar a Coro,
invadir Puerto Cabello y luego atacar a Maracaibo, contando con la ayuda de los
corsarios franceses. Luego, quedó demostrado que nada de eso era cierto, pero
Chirino supo utilizar el nombre de José Caridad González –negro de gran
prestigio entre la gente de su raza– levantándolo como bandera.
Ciertamente,
en meses anteriores a la insurrección, se escuchaban rumores que parecen haber
llegado desde la Sierra hacia la población negra de Coro, tal como cita Lucas
Guillermo Castillo Lara:
“las especies que más le llamaron la atención, decía
Jacot, fue lo que le refirió el Cura Párroco, Pbro. Pedro Pérez: antes del
levantamiento se hacían unos bailes o zambas en las que cantaban unos versitos
muy deshonestos y se bailaba mil obscenidades; me acuerdo de una que dice: mas
vale negro con placa, que caveza de blanco: candela arriba, candela abajo saca
la muchacha, corta la cabeza, come los zamuros, beva la aguardiente”[7]
Y otro
vecino llamado Nicolás Coronado le mencionó a Jacot otros versos, que también
se cantaban en los expresados bailes “Candela abajo, candela arriba, muera lo
blanco, lo negro viva…”. De ser cierto estos dos testimonios, nos conduce a
pensar que los negros corianos se burlaban de las autoridades y de la
aristocracia de Coro, al bailar y tocar al son de los tambores y en sus propias
narices pronosticar el alzamiento, aparentemente de acuerdo con los futuros
alzados. Esto se expresa en todo el contenido de las coplas, además planeaban
con anticipación la insurrección y la expansión de las ideas de libertad, desde
la Sierra hasta Coro “candela arriba, candela abajo”.
Así
llegó el domingo 10 de mayo de 1795, con el objeto de no despertar sospechas
los conjurados, bajo la jefatura de José Leonardo Chirino organizaron un baile
en el trapiche de la hacienda de Macanillas, Sierra de Coro; el mismo día en la
noche se trasladaron a la Hacienda “El Socorro”, donde dieron el grito de rebelión. Con los
ánimos exaltados, empezaron a poner en práctica sus planes en la propia
hacienda. Asaltaron la casa y mataron al mejicano José Nicolás Martínez, quien
fue la primera víctima; también resultó gravemente herido Ildefonso Tellería.
Después de saquear la casa, pasaron a la Hacienda Varón, donde mataron a José
María Manzanos e hirieron a machetazos a Doña Nicolasa Acosta. Luego
incendiaron las casas de las Haciendas La Magdalena y sabana redonda. De aquí,
ya en la madrugada, regresaron a El Socorro, donde había establecido su cuartel
general.
Los
blancos huían temerosos a esconderse en los montes; uno de ellos, el joven
Manuel Urbina, logró escapar y llevó la noticia a la ciudad.
En la
mañana del once, José Leonardo Chirino designó comisiones y una de ellas salió
a levantar a los negros de Canire y el Naranjal. La que fue a la cumbre de
Curimagua dio muerte a Don Pedro Tellería y a Pedro Francisco Rosillo. Con algo
más de doscientos hombres –negros en su mayoría–, Juan Cristóbal, uno de los
jefes subalternos de José Leonardo, fue
enviado a Coro, con la firme creencia de que esta ciudad caería fácilmente pues
le habían dicho además de no existir fuerza armada, los loangos con José
Caridad González a la cabeza se unirían. A media noche llegaron a la aldea de
Caujarao y ultimaron a los guardias de la aduana; amanecieron allí esperando al
zambo Chirino.
Mientras
tanto, en la ciudad se enteraron de la proximidad de los insurrectos, la mala
organización y calidad de sus armas. Los habitantes de Coro, encabezados por
los principales ciudadanos blancos: el Doctor Pedro Chirino, Don Diego de
Castro y Don Pedro García de Quevedo,
organizaron y armaron junto con las autoridades, una milicia que traía,
además de otras armas, dos cañones pedreros. Bajo el mando del Justicia Mayor
Don Mariano Ramírez Valderraín, se prepararon para el ataque; en enfrentamiento
con Juan Cristóbal Acosta, murieron veinticinco negros y quedaron heridos
veinticuatro. Ramírez Valderraín, alegre por su triunfo fácilmente logrado,
mando a decapitar a los heridos y prisioneros.
Entre el
12 y el 13 de mayo se completó la derrota a los insurrectos, pues a la pequeña
pero bien armada milicia blanca, se le agregaron las milicias de Indias, que
contribuyeron a perseguir y capturar a los fugitivos de la Sierra. Cuando José
Leonardo Chirino iba a reunirse con los
suyos, supo de la trágica derrota; pretendió entonces reorganizar sus fuerzas
con los negros que huían pero ya no era posible. Ante la proximidad de las
comisiones que subían en su búsqueda, optó por internarse en las serranías.
Es
necesario mencionar que, una vez ocurridos los sucesos, la reacción inmediata
de del Teniente de Justicia Mayor de Coro, Don Mariano Ramírez Valderraín, fue
sofocar el motín por los medios más rápidos y expeditos –obviamente violentos-,
matando de inmediato y sin previo procedimiento judicial a los primeros
participantes apresados. Precisamente, por esto fue criticado, alegándose que
sin conocimiento de causa, sin audiencia ni consulta, su aplicación del derecho
ni la justicia, procediera a eliminar y encancelar a un conjunto de personas
que supuso estaban involucradas e el tumulto.
La
persecución que desató Ramírez Valderraín fue atroz[8].
José Caridad González y dos negros más, apresados al presentarse a ofrecer sus
servicios, fueron muertos el mismo día cuando trataban de fugarse. En los días
siguientes, todos los que cayeron prisioneros fueron ajusticiados. Treinta y
cinco, apresados en San Luis, Pecaya y Pedregal, perecieron a golpe de pistola.
Igual muerte corrieron otros cinco que cayeron en Paraguaná. Veinticuatro
detenidos en la Sierra murieron degollados; a otros los decapitaron. Hasta tres
mujeres (Polonia y Trinidad, esclavas de Doña Nicolasa Acosta y Juana Antonia,
morena esclava de Don Francisco Manzano), fueron condenadas al castigo de
azotes. Sus dueños debían deshacerse de ellas, en el término de dos meses,
vendiéndolas fuera de la jurisdicción.
José
Leonardo chirino y los que le acompañaban, fueron atrapados hacia el mes de
agosto, tres meses después de la insurrección, por Juan Manuel de Aguero en el
pueblo de Baragua y llevados a Coro. Como el juicio de allí se vio complicado
por múltiples acusaciones que involucraban a personas como el Dr. Chirino y al
finado José Caridad González en la insurrección, la Real Audiencia de Caracas
tomó cartas en el asunto y José Leonardo fue trasladado a Caracas para ser
juzgado.
El 10 de
diciembre la 1796 la Real Audiencia de Caracas lo condenó “a muerte de horca
que se ejecutará en la plaza principal de esta capital a donde será arrastrado
desde la Cárcel Real y verificada su muerte, se le cortará la cabeza y las
manos y se pondrá aquella en una jaula de fierro sobre un palo de veinte pies
de largo en el camino que sale de esta misma ciudad para Coro y para los Valles
de Aragua, y las manos serán remitidas a esa misma ciudad de Coro, donde una de
ellas se clave en un palo de la propia altura, y se fige en las inmediaciones
de la Aduana llamada Caujarao, y la otra en los propios términos en la altura
de la Sierra donde fue muerto Don José Tellería"[9]
En la
misma sentencia donde se decreta la muerte de Chirino, se toman decisiones
contra otros personajes presos, fugitivos o familiares de los mismos. La
sentencia ordenaba la libertad y perdón de todos los negros “loangos” que
habían sido apresados; fue en cierta forma una tardía absolución a José Caridad
González, asesinado sin derecho a juicio; por esto no quedó suficientemente
clara su participación o no en estos sucesos.
Otro
decreto importante de esta misma sentencia fue el destino de la familia de José
Leonardo Chirino, siendo sus miembros sometidos a un status particular, puesto
que se trata sólo de esclavos sujetos a un inventario, sino de la familia del
jefe de la insurrección, a la cual había que vender fuera de la jurisdicción.
Crítica Historiográfica
El
hombre no podía ir en contra del orden natural de la sociedad y la debida
obediencia del Rey legítimo, ya que al hacerlo cometía pecado de impiedad, es
decir, estaba alterando el orden que Dios había impuesto en la sociedad, y por
lo tanto, separando a Dios de su propia obra. Cuando un vasallo subvertía el
orden y sustraía la debida obediencia, no solamente iba en contra del buen
orden, sino que también se estaba rebelando contra el legítimo Rey y por
consiguiente contra Dios.
Se
trataba, pues, y como constantemente se dice a lo largo del proceso judicial,
de un delito de “lessa majestad”. De allí la anormalidad del pecado cometido
por José Leonardo y sus cómplices según las versiones de las autoridades. Las
implicaciones políticas y religiosas son inmensas, como era lógico en un reino
en el cual la cabeza gobernante era el “Rey, nuestro señor”.
Ahora
bien, siempre se ha estudiado el motín de Chirino a partir de la versión oficial
dad por las autoridades de la época, siendo la fuente fundamental para hacerlo,
ya que no han sido encontradas otras. En consecuencia, resta esclarecer si, en
realidad, chirino llegó a cuestionar la autoridad del Rey legítimo, cosa que
ponemos en duda. Evidentemente, se trata de un motín que expresa la lucha de
los esclavos por su libertad y la protesta por el pago de los impuestos, lo
cual no equivale a cuestionar la autoridad del Rey legítimo ni mucho menos a
plantear la independencia política de su provincia.
Por
supuesto que, dada su violencia y la evidente influencia de las ideas de la
Revolución Francesa, vía Haití; su insurrección si llevó a una alteración del
orden. La presencia de influencias exógenas conllevó a la politización de los
hechos y a la magnificación de este aspecto de la sublevación por parte de las
autoridades locales, en un momento en el que España era particularmente
sensible a las consecuencias políticas de la Revolución Francesa y se
preocupaba constantemente por evitar una posible influencia de este proceso en
sus reinos del Nuevo Mundo.
Este es
un elemento constantemente en la versión oficial de los sucesos y que influyó
en la tipificación del delito cometido por José Leonardo Chirino, dado que
pareciera ser fatalmente definitiva la pérdida del interrogatorio hecho a Chirino.
Es muy difícil para el historiador interesado en el tema, acceder a la versión
de los amotinados y buscar allí nuevas evidencias susceptibles de ser
confrontadas con la versiones oficiales.
Estas
versiones pasaron a la historiografía venezolana, como expresión de las
primeras manifestaciones de los procesos pre-independentistas venezolanos. No
obstante, es necesario señalar que, si bien no podemos contrastar la versión de
las autoridades (según la cual José Leonardo pretendió alterar el orden y
sustraerse a la debida obediencia al Rey, proclamar la “ley de los franceses” y
“formar República” con la de los amotinados), no es menos cierto que las
consecuencias de los sucesos desbordaron por completo a los mismos, y que la
historiografía venezolana ha encontrado en ellos una de las primeras
manifestaciones importantes de la crisis de la sociedad colonial.
No nos
cabe duda que José Leonardo luchó y se amotinó para conseguir la libertad de
los esclavos –que él no lo era- y para
protestar contra la política del cobro de impuestos implementada poco tiempo
antes, la cual perjudicaba a los pobladores de la zona. No cabe duda que es uno
de nuestros más importantes mártires de la lucha por la liberación de la
esclavitud. Pero no tenemos la misma certeza documental para concluir que esa
lucha pretendió ir más allá, que pretendió cuestionar la autoridad del Rey
legítimo, que pretendió la independencia política, ni mucho menos tenemos la
certeza que la aspiración de aplicar la “ley de los franceses” y “formar
República” en la serranía de Coro, fuera algo más la visión de las autoridades
locales.
Tomado
de: Rebeliones, alzamientos y
movimientos preindependentistas en Venezuela. Ediciones de la Presidencia
de la República, 2001.Coordinadores: Teresa Pinto González-Mike Aguiar Fagundez
* Nota: En la actualidad el
término que debe emplearse es: indígena, para referirse a los pueblos
originarios; y en vez de esclavo, esclavizados.
[2] Mariela Ponce. El ordenamiento jurídico y el ejercicio del
derecho de libertad de los esclavos en la Provincia de Venezuela, p.
12.
[3] Ibidem, p. 15
[4] Este documento se encuentra reproducido por Miguel
Acosta Saignes en su obra Vida de los esclavos negros en Venezuela,
1984.pp. 380-388.
[5] Ver discurso de incorporación a la Academia Nacional
de la Historia del Dr. Pedro Manuel Arcaya, 1966.
[6] José Caridad González, era un negro “loango”, que
llegó a convertirse en un líder de gran parte de su grupo, gracias a su
inteligencia y habilidad intelectual. Hablaba el francés y además el patúa,
dialecto propio de Curazao. Viajó a Caracas y otras partes de Venezuela, así
como Haití y otras islas del Caribe y también a España, donde fue como
“Procurador” o representante de los negros loangos para defender unas tierras.
José Caridad González no se quiso involucrar en el movimiento de José Leonardo
Chirino no obstante los comprometidos encabezados por Chirino afirmaban durante
la revuelta que contaban con su apoyo.
[9] Pedro Manuel Alcaya. La insurrección de los negros en la serranía de Coro en 1795, Discurso de Incorporación, 1966.
Puedes ver las publicaciones digitales en:
http://issuu.com/utiebsanagustin/docs/jornadas_de_reconocimiento_de_la_herencia_africana
Correo Electrónico:
utiebparroquiasanagustin@gmail.com
no se dan de cuenta que a los que nos mandan a escribir esto y hacer bibliográfica se meten en esta pagina que obvio tiene que salir en mi bibliográfica el profe se va a dar de cuenta que lo resumí y no es por nada pero yo soy floja y esto lo voy a escribir por la importancia que tiene repara historia si no entonces mandaría esta pagina al ultimo carajo aya bien lejos que hp tan inconsiderados que no ven la mierda que le saca a uno con tanta porquería todo tan no jodas tan largo que mierda tan larga pa que ponen esa monda ahí.............se la cagaron intera hp malditos.
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Eliminarelimine ese de arriba porque era muy grosero
Eliminarenserio si copiaste todo eso de Leonardo Chirinos y su Insurrección
Eliminarenserio si copiaste todo eso de Leonardo Chirinos y su Insurrección
Eliminarutas
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Eliminarholis soy victria y es largo
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ResponderEliminargracias ayudaste con la tarea de mi hijo
ResponderEliminargracias ayudaste con la tarea de mi hijo
ResponderEliminargracias ayudaste con la tarea de mi hijo
ResponderEliminargracias me ayudaste con mi tarea gracias
ResponderEliminarme pueden ayudar de que trato esto por fa
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ResponderEliminargracias me sirvio de mucha ayuda
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ResponderEliminarCordial Sldos a todos los lectores, soy descendiente de MANUEL URBINA quien siendo joven logra escapar de la insurrección, es hijo de los propietarios de finca el SOCORRO donde se estableció el cuarte de Jose L. Chirinos. Creo importante resaltar que ya adulto se hace Dip por Coro y representa al Edo. en el Congreso de Valencia de 1830, cuando como resultado e una larga e injusta conspiración contra el Libertador, el Congreso de Valencia se pronunció por el ostracismo del padre de la Patria, sólo tres hombres, con sus votos salvados a la decisión inicua asumieron con dignidad la defensa de la buena historia. Fueron ellos: El Doctor José María Vargas, Manuel Urbina y José Maria Tellería, éste último el mismo que siendo niño escapó milagrosamente con vida de la insurrección de José Leonardo Chirinos, igualmente que Manuel de Urbina, para entonces joven de menos de 20 años. Desencantado de la política y desengañado de los hombres que lo rodeaban, Urbina se apartó de la actividad Pública y terminó sus días en 1854, dedicado al cultivo de las tierras que poseía en la región coriana
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