miércoles, 30 de mayo de 2012

Las Transformaciones de San Juan Bautista

Como parte de las lecturas que nos ayudan al crecimiento y al conocimiento como docentes y estudiantes, creímos importante dar a conocer, para uso didáctico, este interesante artículo de arte sobre la imagenería de San Juan Bautista como una figura que se relaciona con nuestras fuentes culturales, en la visión de la herencia europea.


Las Transformaciones de San Juan Bautista

Por José I. Catalán Martí
Historiador de Arte

Uno de los temas clásicos en la imaginería cristiana, la figura de san Juan Bautista, ha ido cambiando a lo largo de los tiempos.


San Juan Bautista ocupa un lugar destacado en la iconografía cristiana, hijo de Zacarías e Isabel, Juan, llamado el Bautista, dedicó toda su vida a anunciar la venida del Mesías, según narran los evangelistas. Esa dedicación lo convierte en el último profeta de Israel y, por tanto, vínculo de unión entre el Antiguo y el Nuevo Testamentos. Por otra parte, su fuerte personalidad defensora de la verdad le llevó a la muerte, convirtiéndose en el primer mártir de la Cristiandad. Estos dos acontecimientos han dado pie a que se celebre de manera única en el santoral cristiano su nacimiento (24 de junio) y muerte (29 de agosto), al igual que acontece con Jesús y María.
Su nombre, venerado en todo el orbe, es patronímico de múltiples iglesias, baptisterios y pueblos. También lo es de los Carmelitas y Cartujos, así como de los gremios de zurradores, curtidores, cardadores de lana y cuchilleros, entre otros, y de los niños expósitos que eran abandonados en los baptisterios.

 Bautismo de Cristo por Joan de Joanes, 1549(?), Palma de Mallorca, catedral.

En el Siglo XV se creó la imagen de san Juan Bautista como un adolescente imberbe


A lo largo de la historia, san Juan Bautista se ha representado como figura exenta o integrada a un pasaje de su vida, en edad infantil o adulta, lo cual ha generado una de las iconografías más variadas del arte cristiano, que aún hoy ofrece nuevas expresiones plásticas.
Las primeras imágenes del Bautista pertenecen al paleo-cristianismo, cuando éste aparece como pastor o sacerdote revestido con túnica y palio al igual que los apóstoles o solo con éste a la manera de los filósofos griegos. Sin embargo, será en Oriente, bajo el reinado de Constantino, donde se fije su iconografía extendiéndose rápidamente por el Occidente cristiano. Su aspecto físico es el de un asceta joven y escuálido, de piel morena y expresión visionaria, de larga barba y cabellos alborotados.
A fines de la Edad Media, se acentuó el carácter naturalista de sus figura y cambió su atuendo por una corta túnica de piel de cordero sujeta al hombro, dejando al descubierto brazos, piernas y parte del torso. En el siglo XVI se dulcificó su imagen apareciendo como un adolescente imberbe, de rostro andrógino y anatomía próxima al mundo clásico. Finalmente, en el siglo XVII, a consecuencia del naturalismo que imperaba en las artes, se representó vestido con retazos de estameña deshilachados y adoptó un mayor realismo en la expresión.

 San Juan Bautista, por Joan de Joanes, Valencia, colección Lladró.


Al igual que el resto de santos, san Juan Bautista también goza de unos símbolos identificativo, siendo el Agnus Dei su atributo personal, ya que en el momento del bautismo de Cristo dijo que éste era el Cordero de Dios (Jn. 1,29). Al principio este era representado por un medallón con el busto de un cordero que el santo sustentaba a la altura del pecho y señalaba con el índice. Posteriormente, dicho medallón pendía de un bastón cruciforme de cañas; pero cuando el animal comenzó a tomar cuerpo y su representación se hizo completa, aparece de pie o recostado a los pies del santo, y del bastón cuelga un banderín blanco con una cruz roja o una filacteria con la leyenda Ecce Agnus Dei. En otras ocasiones porta un libro cerrado con los siete sellos y, sobre éste, el cordero recostado llevando ocasionalmente, el báculo.
Otra dominante de su iconografía es que señala con su diestra al animal o al cielo de donde parte un rayo de luz que lo ilumina, recalcando de ese modo su misión profética. También lo podemos ver con una venera en la mano o junto a sus píes, objeto asociado al bautismo de Cristo.
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 Los niños de la concha, por Murillo, h. 1670, Museo del Prado.


El San Juanito

La  humanización de los personajes sagrados en el siglo XVI generó una nueva iconografía del Bautista: el San Juanito. En efecto, fue el Renacimiento italiano quien popularizó la imagen del santo como un niño de carnes redondeadas y pelo ensortijado, con atributos de adulto y estatura mayor que la de Jesús, para diferenciar las edades, con el que juega oal que adora bajo la atenta mirada de María o santa Isabel. Conmovedor tema que exhalta los afectos familiares de la Sagrada Familia. Resulta innecesario insistir en que el asunto carece de fundamento bíblico.

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Santos Juanes. Representación singular es aquella que asocia a san Juan Bautista y san Juan Evangelista, unión debida a la homonimia y al culto popular que les ha dedicado iglesias, como los Santos  Juanes de Valencia. Su representación formando pareja es muy diversa, apareciendo cada uno con sus correspondientes atributos iconográficos. De singular rareza es la representación de ambos como niños, tal como los pinta José Vergara en Niño Jesús entre los santos Juanes niños, del Museo de Bellas Artes de Valencia.
La vida de san Juan Bautista también ha dado pie a varias escenas inspiradas en los Evangelios, el aprófico Protoevangelio de Santiago  y la Leyenda Dorada de Santiago de la Vorágine. En total se distinguen cuatro ciclos: la infancia, la vida pública, el martirio y la reliquia de su cuerpo.

Salomé con la cabeza de san Juan Bautista, Caravaggio, 1607-1610, Londres, Nacional Gallery.


La infancia del santo se inspira en el Evangelio de san Lucas, y a él pertenecen las escenas del anuncio del nacimiento a Zacarías, la Visitación de María a Isabel y la Natividad. Otros temas menos representados son la circuncisión, la imposición del nombre, hecho inscrito entre los milagros de la Biblia, y la huida de Isabel al desierto con el niño por miedo a la persecución de Herodes. Este último suceso, aprófico e ilógico, dio pie al encuentro de los dos niños en el destierro.    

Virgen con el Niño y San Juanito, por Luis de Morales, h. 1550, Salamanca, Catedral Nueva.  

La actividad mesiánica del Precursor centrada en la predicación y presentación de Cristo como Mesías y su bautismo en el Jordán junto a los neófitos forma el segundo ciclo. Esta última escena es la más representada.
La pasión y la muerte del santo constituyen la tercera escena. Representaciones como la prisión del Bautista, el banquete de Herodes y la denuncia de su adúltera unión con Herodías o la danza de Salomé dan paso a la escena martirial de la degollación de san Juan y la entrega de su cabeza en bandeja de plata a Salomé. La fuerza dramática de este suceso fue más que suficiente para que en el siglo XVII la sangrante cabeza del Bautista sobre la bandeja se convirtiese en un único motivo de representación. 
Cierra el ciclo de sus vida lo acontecido con su reliquia, que fue perseguida y desenterrada por Juliano el Apóstata y restituida al culto gracias a Teodosio. Pero este tema apenas gozó de popularidad.

Bautismo de Cristo, El Greco, 1591-1592, Madrid, Museo del Prado.




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Tomado de: Descubrir el ARTE. Año II. Nº 24. Febrero 2001. Pp. 118-119.  

 

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